El gobierno de Javier Milei paralizó dos obras clave que habrían permitido duplicar la capacidad del gasoducto de Vaca Muerta y avanzar en la reversión del Gasoducto Norte.
Esta decisión ha dejado a Argentina en una situación de desabastecimiento de gas a pesar de contar con reservas suficientes para autoabastecerse durante al menos 30 años.
La falta de infraestructura obliga al país a importar combustibles a un costo mucho mayor, agravando la crisis de divisas.
La paralización de estas obras estratégicas, como las plantas compresoras del gasoducto Néstor Kirchner y la continuidad de la traza hasta San Jerónimo en Santa Fé, se ha debido tanto a decisiones políticas como a ineficiencias en la gestión.
A pesar de la reactivación anunciada por Milei, la reversión del Gasoducto Norte avanza a un ritmo muy lento, lo que ha provocado la necesidad de postergar licitaciones y ha limitado el ahorro potencial en importaciones de gas.
La falta de planificación adecuada y la inoperancia en la ejecución de proyectos críticos han llevado al gobierno a gastar más de 3.200 millones de dólares en importaciones de gas, mientras que completar las obras abandonadas habría costado significativamente menos.
Esto refleja una política energética deficiente que no ha sabido aprovechar los recursos de Vaca Muerta para asegurar el autoabastecimiento y reducir la dependencia de importaciones caras en un contexto económico ya difícil.